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Bolivie

Ballet folklorique de Bolivie « Manuel ACOSTA »

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BAFOBOL

País de los indios aymaras, provincia del Imperio Inca, Bolivia se convirtió en colonia española tras la conquista de Pizarro y obtuvo su independencia en 1825.

 

Su geografía se organiza en líneas paralelas de este a oeste, siendo la primera volcánica y dominada por altas cumbres. Le sucede un macizo altiplano, conocido como Altiplano, donde encontramos algunos islotes, ya sea de sal o de tierra cultivable, y en el que se encuentra el lago Titicaca, considerado la cuna del pueblo boliviano y donde se encuentra un extraordinario panteón de protección. dioses de las poblaciones aymaras. La última parte de esta compleja geografía es la conocida como los Llanos, con un clima cálido y húmedo que desciende hasta el pie del Amazonas y se funde allí. También es el único país de América del Sur que no tiene acceso al mar.

 

Todo forma un impresionante conjunto de bosques, nieves eternas, volcanes y desiertos de sal. Tierras de fuego y torres de agua donde el indio supo cultivar terrazas a gran altura y el hombre blanco construyó los ferrocarriles más vertiginosos del mundo.

 

Cristianizados por los misioneros, los indios de los Andes supieron injertar en el culto católico ritos que respondían a sus creencias profundas y expresaban su deseo de independencia. En ciertos pueblos de Bolivia, con motivo del Día de Dios, los hombres se adornan con el plumaje del cóndor y así se apropian de su fuerza mítica. En las comunidades indias, la “Pachamama”, la madre tierra, es considerada un ser vivo al que se le deben dar regalos para atraer sus gracias. Los bolivianos son hospitalarios por naturaleza y a pesar de las dificultades de la vida en esta parte del mundo, están todos dispuestos a extender los brazos y acoger a quienes se acercan a ellos para compartir sopas, infusiones y caldos o incluso una fiesta popular.

 

En términos de cultura musical, el caparazón del armadillo se ha convertido en un instrumento musical, las flautas pierden fuerza sin tiempo, los tambores suenan siniestramente. Sentimentales, modestas o protestantes, las canciones narran a los hombres. Intentan darle forma a su destino. En cuanto a los bailes, ofrecen un doble espectáculo. Una violencia que refleja las condiciones de vida siempre duras de una población atrapada entre la fe católica heredada de los españoles y los múltiples recursos a los santos pasajeros, y una dulzura que subraya que nada es inútil, que la poesía puede sobrevivir, que el amor es fuente de comodidad para los bailarines y músicos de Bolivia.

 

Y en la noche que se tiñe de violeta con el atardecer, la diablada seguirá tocando su música, testimonios de un pueblo cuyos orígenes se pierden en la noche de los tiempos.             

Aquí hay un pueblo llevado por las alas de un pájaro rey. Aquí están los hijos del viento y los hijos del sol.         

Aquí está el Ballet Folklórico de Bolivia “Manuel ACOSTA”.

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