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Ensemble Folklorique

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EVEREST NEPAL CULTURAL GROUP

Menciona el nombre de este reino a los montañeros más prestigiosos y te dirán que tiene las montañas más hermosas de la tierra. Foco de cazadores absolutos, la cordillera del Himalaya distribuye sus aguas a los ríos y a los hombres con serenidad o violencia. Nepal es un estado situado en la vertiente sur del Himalaya en Asia, sin salida al mar entre el Tíbet al norte y la India al sur. El paisaje está formado por tres bandas paralelas de montañas. La más cercana a China es la Gran Barrera del Himalaya. El segundo es la cordillera de Mahabharat Tekh y el último el de Churia, que alcanza un máximo de 2.500 metros. Entre estas montañas se extienden grandes mesetas y valles regados por ríos procedentes del Himalaya.

 

El panteón de los dioses nepalíes tiene una riqueza que raya en la abundancia. Dos religiones principales comparten una gran parte de la población. Somos budistas o hindúes. Pero entre ambos había un sinfín de creencias, dioses y diosas. El espectáculo del Conjunto Folclórico que recibimos es testimonio de ello.

 

Por ejemplo, los newars untados de bermellón celebran la fiesta de los Balcanes. Esta diosa exige sacrificios y el rojo está en esta danza asociado a la ofrenda de sangre, color de la vida. De manera similar, en el pueblo de Shanku, mujeres vestidas de rojo vienen a rezar con la esperanza de encontrar marido o tener hijos. En Nepal, los dioses son siempre jóvenes. Todos los ciclos de la vida, todos los gestos de las actividades agrarias y artesanales están marcados por ceremonias. Cada día, su fiesta y sus ofrendas a las múltiples deidades. Como resultado, se entiende que los nepaleses son seres amables, sensibles y profundamente respetuosos con toda la vida.

 

Nepal es un país pobre. Cuatro décadas después de su apertura al mundo, una de las naciones más fascinantes del planeta se enfrenta a gravísimos problemas de supervivencia. Además de los recursos que aporta el turismo, éste debe afrontar una profunda crisis económica debida, en opinión de los expertos, a una demografía galopante. A esto se suma una economía letárgica incapaz de crear empleo, la pérdida de impulso de la producción agrícola, la desaparición de los bosques y el empobrecimiento del suelo.

 

Afortunadamente, el folklore nos hace olvidar por un momento estos tiempos difíciles. El ritmo del baile es animado, el espectáculo diversificado, intercalado con música proveniente de un curioso acordeón que los artistas sostienen entre sus pies. Se mezclan grandes y encantadores maniquíes que representan al oso al que atribuimos un marcado gusto por las bromas y, más aún, los inmensos pavos reales que extienden ampliamente sus plumas y que sabemos que son el animal fetiche de Nepal.

 

No hay motivo para desesperarse por Nepal. Ni siquiera la dureza de los tiempos impide una dulzura de vida que hay que arrancar de cada serac de hielo. Sobre todo, están estos nepalíes sonrientes, tan entrañables y tan conmovedores en su práctica religiosa, que conviven a diario con sus dioses.

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